Se conocen como cebras o zebras a tres especies del
género Equus, al que pertenecen también los caballos y los asnos. Son propias de África.
La palabra “cebra” o “zebra” no representa una realidad desde el punto de vista evolutivo, sino que agrupa artificialmente tres especies en función de un carácter (el abrigo rayado) que no es derivado, sino primitivo.
Las rayas aparecen también en mayor o menor medida en las patas y lomo de los asnos y caballos salvajes, y se manifiestan más fuertemente en los híbridos, aunque entre los progenitores no haya ninguna cebra de por medio (caso de las mulas), evidenciando que la presencia de rayas es un carácter antiguo dentro del género Equus y no uno derivado propio de un subgrupo dentro de éste. Las cebras, simplemente, han ido un paso más allá en el desarrollo de unas rayas que ya poseían, mientras que los caballos y asnos han tendido a perderlas o al menos a enmascararlas.
Aunque la taxonomía de las cebras sigue siendo dudosa, ciertos estudios, como el de Debra K. Bennett (publicado bajo el expresivo título Las rayas no hacen a la cebra), indican que la cebra de planicie y la de Grevy son especies hermanas, pero que la cebra de montaña está más emparentada con el caballo que con éstas. Dentro de los équidos actuales, el grupo tradicional formado por los asnos africanos y asiáticos sería el único con una historia evolutiva detrás que lo respalde. Es más pequeño que su pariente, el caballo, y muy parecido en aspecto y hábitos al asno salvaje.
Las cebras son uno de los animales más conocidos de África, donde habitan en una variedad de ecosistemas, como llanuras de hierba, sabanas, regiones boscosas o con arbustos, montañas y cerros costeros. Son especialmente célebres por sus características rayas negras y blancas, que no sólo varían entre especies sino también de un individuo al otro, y por su crinera erecta. A diferencia de sus parientes más cercanos, los caballos y los asnos, las cebras nunca han sido realmente domesticadas.
A excepción de algunas poblaciones de cebra común que habitan en el centro de Etiopía, las cebras viven únicamente en la mitad sur del continente africano. Aunque las regiones de dos especies diferentes pueden solaparse, no se cruzan debido al diferente número de cromosomas; las cebras de Grevy tienen cuarenta y seis, las cebras comunes cuarenta y cuatro y las cebras de montaña treinta y dos.
Aunque las rayas blancas y negras que presentan las cebras sea una característica común, las tres especies de cebra no tienen una relación más cercana entre ellas que la que tienen con otros animales del género Equus. Además, la característica común de las rayas tampoco es tan definitiva; una de las subespecies de cebra común, la extinta quagga sólo tenía rayas en el cuello. Por otro lado, hay otros perisodáctilos que también tienen rayas en las patas.
A pesar de que tienen una morfología similar a la de los caballos, son más pequeñas, con un tamaño medio de 2,3 metros de longitud, 1,2-1,5 metros de alto en la cruz y un peso de aproximadamente 300 kilogramos, a pesar de que las cebras de Grévy pueden llegar a pesar hasta 450 kilogramos. En esta última especie, los machos y las hembras tienen un tamaño similar, pero en las cebras comunes y las cebras de montaña los machos son ligeramente más grandes.[4]
Las cebras tienen un total de cuarenta dientes: doce incisivos que utilizan para cortar y arrancar trozos de vegetación, cuatro caninos, doce premolares y doce molares, todos utilizados para moler el alimento antes de tragárselo.[5]
Las cebras tienen un excelente sentido de la vista. Se cree que pueden ver en color. Como muchos ungulados, las cebras tienen los ojos a los lados de la cabeza, dándole un amplio ángulo visual. Las cebras también tienen visión nocturna, a pesar de que no es tan avanzada como la de la mayoría de sus predadores, pero su buen oído lo compensa.
Las cebras tienen un gran sentido del oído, y tienden a tener orejas más grandes y redondeadas que los caballos. Como los caballos y otros ungulados, las cebras pueden girar sus orejas en casi cualquier dirección. Además de una buena vista y oído, las cebras tienen un agudo sentido del gusto y un sentido del olfato muy sensible al humo, esencial para sobrevivir a los incendios.
La esperanza de vida media de las cebras es de unos treinta años, a pesar de que pueden llegar a vivir hasta cuarenta años en cautividad. En estado natural, donde los predadores representan una amenaza constante para estos animales, la longevidad media es de aproximadamente doce años
Las cebras son animales negros u oscuros con rayas blancas, y con una gran mancha blanca en el vientre que sirve para camuflarse.[6] Algunas cebras tienen “rayas sombra” de color marrón entre las rayas blancas y negras.
Hay tres razones por las cuales se considera que las cebras son negras con rayas blancas, y no al revés, ni tampoco que todas tienen una frecuencia diferente:[7]
1. Los équidos blancos no podrían sobrevivir en las llanuras y bosques de África.
2. El quagga, una subespecie extinta de la cebra común, tiene las típicas rayas en la parte anterior del cuerpo, pero una parte posterior oscura.
3. Cuando la región entre las rayas pigmentadas pasa a ser demasiado ancha, aparecen rayas secundarias, como si se estuviera debilitando la supresión.
El hecho que algunas cebras tengan vientres y patas de color blanco puro no es una prueba muy concluyente de que son animales blancos, pues muchos animales de colores diferentes tienen vientres y patas de color blanco o un color claro.
Una madre que cuida de su cría se camufla entre ramas secas.
Además, las rayas de las cebras son ausentes en el feto, que es totalmente negro. Las rayas aparecen posteriormente, en bandas de unos 400 micrómetros (veinte veces la medida de una célula). Por lo tanto, las rayas son más anchas cuanto más grande es el animal, y crecen conjuntamente con el tamaño del cuerpo. Según Bard, las especies de cebras difieren en cuanto al estadio embrionario en que aparecen las rayas. Bard descubrió una cebra anormal, sin rayas; su pelaje negro tenía puntitos blancos, cosa que probaría que las rayas se forman por inhibición de la producción de melanina, y que por lo tanto la cebra es sin duda un équido negro con rayas blancas.[8]
Las rayas suelen ser verticales en la cabeza, cuello, paletillas y tronco, y horizontales por detrás y en las patas del animal. Los pasos de cebra toman su nombre de las rayas blancas y negras de las cebras.
Algunos zoólogos creen que las rayas son un mecanismo de camuflaje. Este mecanismo funciona de varias maneras. Para empezar, las rayas verticales contribuyen a esconder la cebra entre las hierbas. A pesar de que esto puede parecer absurdo a primera vista, teniendo en cuenta que la hierba no es ni blanca ni negra, se supone que es efectivo contra el predador principal de las cebras, los leones, que son daltónicos. En teoría, una cebra que permanezca quieta entre hierbas altas podría pasar desaparcibida para un león. Además, como las cebras son animales gregarios, las rayas ayudan a confundir a los predadores – varias cebras que estén o que se muevan juntas pueden parecer un único y gran animal, haciendo que el león tenga problemas para elegir una sola cebra para atacar.[9] Un rebaño de cebras que se dispersen para huir de un predador le parecerán una masa confusa de rayas verticales moviéndose en direcciones diferentes, haciendo que al predador le cueste seguir visualmente a un individuo que se separe de sus compañeros.[10] Aún así, los biólogos no han observado nunca leones que parezcan confundidos por las rayas de las cebras.
Se cree que las rayas también desempeñan un papel en el comportamiento sexual; ligeras variaciones de los patrones permiten que las cebras distingan a los diferentes individuos. En raras ocasiones, nacen cebras sin rayas, y estos ejemplares tienden a quedar separados del grupo; esto reforzaría la teoría de que estas rayas también tienen una función social.
Una teoría más reciente, que cuenta con el apoyo de experimentos, sostiene que la coloración disruptiva también es un medio efectivo de confundir el sistema visual de la mosca tsé-tsé, chupadora de sangre.Otra teorías alternativas son la que dice que las rayas coinciden con la distribución de grasa bajo la piel, sirviendo así de mecanismo termorregulador para la cebra, o la que sostiene que cualquier herida perturba el patrón de rayas, indicando claramente el estado de forma de la cebra a potenciales parejas.